Un verdadero Estado autonómico (o quasifederal, como le gusta decir al centroizquierda español) no derivaría en treinta años en el estado de derecho actual -ejecutivo centralizador, legislativo bipartidista para los temas de Estado, poder judicial politizado- ni abordaría la mal llamada "reforma de las administraciones públicas " como si se tratara de un Estado nación.
¿Por qué la reforma de la Administración no aborda la supresión de Ministerios con todas las competencias transferidas como Educación, Sanidad o Cultura? ¿Por qué seguiremos pagando más de 5.000 funcionarios en el Ministerio de Agricultura, con el 90% de funciones transferidas?
¿Por qué se esconde una cuestión política tras una pretendida reforma técnica y administrativa? ¿Has leído, lector, las razones de "falta de tradición" que han servido para suprimir la Defensoría del Pueblo de Castilla la Mancha, cuando las mismas razones servirían para suprimir la propia autonomía?
¿Por qué coincide esta reforma con la obsesiva y empozoñada laminación de la lengua catalana/valenciana/Lapao y no se lamina el castellano (única lengua digna de llamarse española) diferenciándolo del uruguayo, el argentino o el andaluz?
¿Por qué se siguen estrenando líneas radiales de AVE y el presidente del gobierno español tiene la desfachatez de inaugurarla como una nueva "arteria de riqueza", cuando en dos días comenzará a ser deficitaria y la pagaremos entre todas?
¿Por qué lo único que recibimos los millones de catalanes y catalanas que queremos marcharnos ya de este Estado son amenazas y exabruptos? ¿Se imaginan lo que diríamos si alguien le dice a su pareja "cariño, lo nuestro no funciona" y recibiera sólo amenazas y gruñidos?. Yo le llamaría maltratador.
¿Por qué no hay más ciudadanos y ciudadanas españoles que presionen para que podamos ejercer el derecho a decidir nuestro futuro?
lunes, 24 de junio de 2013
sábado, 8 de junio de 2013
Por un "Estado de paz"
La posibilidad de la
constitución de un estado propio moviliza sectores muy diversos de la sociedad
catalana. Las múltiples dinámicas generadas, empáticas o críticas hacia el
propósito constituyente, indican su verosimilitud. También el sector de la
cultura de la paz, comprometido en la implantación progresiva de una cultura
orientada por los principios de la cooperación y de la noviolencia, se sabe
emplazado a tomar postura en este necesario ejercicio de prospectiva. Resultaría
inexplicable que un sector que está trabajando eficazmente, desde hace muchos años, por la movilización
de la sociedad, civil y oficial, a favor de los valores de la cultura de la
paz, no promoviera en este momento un debate público sobre el modelo de
seguridad del nuevo estado. Un debate en el que participamos propositivamente.
Con esta finalidad se
ha constituido un grupo estable de trabajo, Estado
de Paz, en el que participamos, sin detentar representación alguna, un buen
número de personas vinculadas a diversas entidades pacifistas. El primer objetivo
del grupo, un seminario, se concreta en la redacción del documento Modelo de seguridad para un estado propio
del siglo XXI, que es una propuesta que partiendo de la hipótesis de un
estado catalán, se dirige a la ciudadanía en general y de modo especial a
quienes deberán tomar decisiones. En el grupo, heterogéneo por lo que se
refiere a ideología y posicionamiento político de los participantes, hay un
sólido acuerdo sobre tres puntos:
Primero. Valoración de la seguridad como una necesidad de primer orden;
Segundo.Visión respecto a la seguridad, inspirada en el concepto de seguridad
humana;
Tercero. Adhesión a los principios de la noviolencia.
Aunque la reflexión viene propiciada por una dinámica
local, no dudamos que puede ser útil en otros contextos distintos del de la
sociedad catalana de hoy. Nuestra reflexión se produce en un escenario muy
concreto pero forma parte de una elaboración conceptual en curso, a nivel
planetario, que apunta a cambios muy profundos en el concepto de seguridad.
No son los estados los que requieren seguridad frente a otros estados,
aunque ese sea el núcleo duro del concepto de defensa; son las personas quienes
necesitan y exigen seguridad. Una sociedad democrática debe responder a esa
exigencia con una visión de gran amplitud y profundidad y con una autoexigencia
de máxima eficacia. Los ciudadanos “...aspiran
a los derechos humanos básicos que garantizan una existencia tranquila y digna,
libre de la necesidad y del miedo” (Aung Sang Suu
Kyi) y la única razón de ser del estado es la de
ser instrumento de esta aspiración. Pero éste no es el resultado obtenido por
la acción de centenares de ejércitos, de todos los colores y culturas, que han
sembrado la historia humana de muerte, dolor, destrucción y miseria. Seguridad
humana es que el estado proteja a las personas; defensa comporta el sacrificio
de vidas humanas por la seguridad del estado. Es evidente que no queremos ningún
otro ejército y menos todavía si ha de ser nuestro.
Esta visión de la seguridad centrada en el objetivo de liberar a las
personas de las necesidades y del miedo es la idea central de nuestra propuesta
Modelo de seguridad para un estado propio
del siglo XXI que daremos a conocer el próximo mes de septiembre.
Si Cataluña llega
a ser un nuevo estado no ha de querer ser el último de los viejos estados
construidos sobre cimientos obsoletos de soberanía irrestringible, de
irresponsabilidad hacia el exterior y hacia el medio ambiente, de afán de
dominio, de aceptación de la fuerza como argumento decisivo.
Si Cataluña
llega a ser un nuevo estado no puede dotarse miméticamente de estructuras e
instituciones anacrónicas que solamente la inercia mantiene a penas en pie en
estados envejecidos.
Si Cataluña llega a ser un nuevo estado ha de
fundamentarse explícitamente en los valores que apuestan por un desarrollo
humano atento a todas las dimensiones personales, debe crear estructuras e
instituciones, si es preciso audazmente innovadoras, que lo hagan posible y
debe aceptar que, precisamente por ser un estado nuevo y de pequeñas
dimensiones, más libre que otros de inercias históricas, tiene la
responsabilidad de orientarse y de orientar hacia un futuro más humano.
Jordi Armadans, Alfons Banda, Núria Breu, Pepe
Beunza, Joan Contijoch, Lluís Fenollosa, Rafael Grasa, Jose Luís Gordillo,
Jaume Llansó, Xavier Masllorens, Martí Olivella, Pere Ortega, Alvar Roda, Jordi
Urgell, Fèlix Saltor, Gabriela Serra, Lluís Sobrevia y Eduard Vinyamata.
Etiquetas:
El poder de la ciudadanía,
Nacionalismos y estados,
Política internacional,
Seguretat humana
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