domingo, 16 de marzo de 2014

Crimea y la cultura de paz

Unos consultores de organización empresarial, que trabajan para mejorar la gestión de un hospital público de Cataluña, tildaron casi de tonto a un médico amigo mío porque les dijo que estaban arreglando "chapa y pintura" del coche mientras el motor -es decir, un equipo de personas trabajadoras bien considerado, motivado y estimulado- se había estropeado hacía tiempo. Mi amigo les pidió, además, que no lo insultaran como tonto, que lo hicieran más bien llamándole honrado, en todo caso. Porque es evidente que con un motor estropeado el coche podia lucir, pero no podría participar en carreras hasta que no se llegara a la raíz de los problemas.

Con los conflictos internacionales pasa una cosa similar desde hace siglos: en nombre del realismo y de que "siempre ha sido así" la lógica de la fuerza se impone a la lógica de la razón, tapando los problemas pero sin resolverlos verdaderamente. Y a los que defendemos un nuevo paradigma nos llaman tontos (o ingenuos, que viene a ser lo mismo), porque parece que las novedades e inventos están reservados a la tecnología y no a las ciencias sociales o a la política.

Setenta y seis años después de la invasión de Polonia por el ejército alemán, Crimea se ha llenado de so9ldados rusos 'anónimos' para hacer valer a base de tanques el argumento de que la seguridad de su país pasa por la anexión de un territorio que consideran estratégico, oponiéndose a la legalidad de un Estado (Ucrania) que estrena un gobierno nacido de la presión ciudadana pero tampoco validado de forma democrática. Un contrasentido sobre otro.

Se pueden hacer todas las consideraciones que se quieran: que se trata de un territorio primero tártaro, después ruso, después de la URSS, después ucraniano, ... que Occidente ha dado apoyo -por intereses también supuestamente estratégicos- a grupos fascistas paramilitares que apoyan al nuevo gobierno ucraniano, que Rusia fue humillado durante una década a la caída deñl telón de acero, ... però no es de geoestrategia de lo que me interesa hablar hoy, sino de la importancia de comenzar a romper la lógica militarista de resolución de conflictos, en un siglo XXI que ha empezado con los mismos esquemas aprendidos de nacionalismos que tejen nuevos imperios y de potencias militares que defienden iperios económicos.

Entre las ansias imperialistas de unos (Rusia), las decisiones tomadas en clave militar de dominio (Estados Unidos) y la inoperancia diplomática entre despistada y cobarde de la Unión europea, se repite que la única verdad posible parece ser la fuerza, reproduciendo una lógica gastada que arregla periódicamen te chapa y pintura, sin reparar el motor.

Yendo a la raíz de los problemas y no a algunas de sus consecuencias visibles, dejaremos de taparlos para empezar a resolverlos de verdad.  Será difícil (¿qué empresa humana no lo es?). Será necesario rehacer muchas cosas, desde el papel de Naciones Unidas hasta las reglas de la diplomacia internacional, pero no podemos renunciar ello, por imperativo ético y por dignidad humana.

  En Crimea están votando hoy, pero lo hacen con tanques en las puertas y eso no es democracia. Profundizar la democracia es nuestro verdadero reto, haciendo que todas las partes de cualquier conflicto puedan ser escuchadas para la toma de decisiones que les afecten, llegando a acuerdos muchas veces dolorosos, pero seguro que más cargados de humanidad que con la "mejor" de las soluciones militares, si es que existe.

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