domingo, 27 de abril de 2014

Violencia es eludir impuestos

En el mundo hay 48 paraísos fiscales. Todos tenemos al menos uno cerca de casa. Lugares donde -en pocas palabras- prácticamente no se pagan impuestos si se domicilia una sociedad mercantil o se abre una cuenta bancaria. Lugares "legales" donde las cuentas corrientes pueden ser oficialmente anónimas y las transacciones que se hagan también.

Éste es sólo un ejemplo del absoluto desorden del sistema fiscal, que constituye una de las causas más sangrantes de la desigualdad creciente en el mundo y también, hay que decirlo claro, de la violencia estructural de un mundo que 'se come' cada vez a más personas y acumula cada vez más riqueza en pocas manos.

La cultura de la violencia es dominante en la humanidad desde hace más de cinco mil años, pero no tiene por qué serlo para siempre. Se robustece cada vez que se da vía libre al mercado sin límites, pero se debilita cada vez que damos una respuesta solidaria a un problema social: cuando surge un movimiento ciudadano, una alternativa diferente de comercio, una acción emprendedora del bien común, una actividad de economía ciudadana o un ejemplo de dignificación humana.

Violencia es que los administradores de la cosa pública se muestren fuertes con los débiles y débiles con los fuertes. En el año 2012 las rentas del capital en España pagaron impuestos por valor de entre un 18% y un 24%, mientras las rentas del trabajo pagaban entre un 24% y un 52% y mientras el impuesto de sociedades tenía un tipo efectivo del 4,5%!

Es decir, las personas trabajadoras por cuenta ajena aportamos aproximadamente un 40% de nuestro salario en impuestos mientras las grandes empresas aportaban un ... 4,5% de la riqueza generada. El fraude fiscal supuso aproximadamente un 25% del PIB anual y gran parte de este fraude (sin menospreciar la lacra de la economía sumergida) se concentró en la elusión de impuestos por parte de grandes capitales, fortunas privadas y sobre todo actividad de las grandes empresas.

En este contexto, luchar contra la violencia estructural pasa indefectiblemente por conseguir una fiscalidad más justa, progresiva y solidaria, como una cuestión capital para el progreso de nuestras sociedades.

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