miércoles, 14 de enero de 2015

¿El ejército sirve para ocupar las calles de París?

Estos días, después de la bárbara demostración de estupidez inhumana y de terror que han supuesto los atentados de París, nos preguntan a los pacifistas si seguimos pensando que los ejércitos no sirven para la seguridad y si persistimos en nuestra "candidez" de pensar que los conflictos como el terrorismo internacional o el Estado Islámico pueden resolverse mediante el diálogo o por medios pacíficos. 

La pregunta es pertinente, sobre todo a la vista de la exasperante respuesta de los políticos mundiales, que se manifiestan juntos por las calles en nombre de la libertad cuando están a punto de perpetrar un nuevo recorte a las libertades ciudadanas "para nuestro bien y seguridad" (pensando, eso sí, más en la seguridad del statu quo y de los estados que de los ciudadanos). Como cada vez somos más los que pensamos que al “sistema” (poderes económicos, especuladores, libre mercado y clase política) le acaba resultando vergonzantemente útil que haya un poco de terror  para gobernar la cosa –no hay nada tan paralizante como el miedo para justificar falsas seguridades- procuraré responder a la cuestión de forma breve.

1. Es imprescindible que haya fortaleza y unidad en la defensa de las libertades ciudadanas y contra el terrorismo, y no contraponer las primeras (las libertades) al concepto de seguridad. Las sociedades son cada vez más complejas, las relaciones entre grupos, pueblos y países también lo son, y la simplificación de considerar libertad y seguridad como de suma 0 sólo nos llevaría a retornar a civilizaciones de muchos siglos atrás.

2. Ante las diversas formas de barbarie terrorista no hay seguridad absoluta para bienes y personas si se utiliza -como viene siendo habitual- el poder de la fuerza como respuesta. Hay que perfeccionar sistemas de información policial, redes de colaboración y de cooperación de datos, pero siempre y escrupulosamente respectando el estado de derecho, la división de poderes y promoviendo más las libertades individuales y colectivas que nos hacen más humanos, nunca recortándolas en nombre de “una seguridad imposible al 100%”

3. Debemos cambiar ya el concepto de seguridad: una nueva ‘seguridad humana’ ha de contemplar como sujeto a las personas, y no a los Estados. Desde esta perspectiva hay mucho camino a recorrer sin haber de justificar la presencia de los ejércitos en nuestras calles, como estos días estamos viendo en Francia -según nos dicen-- para la tranquilidad de la población. No sé qué tranquilidad nos puede dar saber que las personas depravadas que cometieron los atentados llevaban Kalashnikov de última generación, armas fabricadas y vendidas por las grandes potencias, muy similares a las de los militares que supuestamente nos están "protegiendo" ahora.

4. Hay que ir al fondo de la cuestión. No vale analizar las cosas desde los hechos inmediatos ni hacer falsas simplificaciones. Ni la situación de Oriente Medio (por poner un ejemplo) es sólo fruto de una malísima colonización y descolonización -que también- ni se ha creado el estado Islámico de la noche a la mañana por la obsesión retorcida de unos cuantos ideólogos de una versión del Islam oscurantista. Si queremos tener una pista reciente de un conflicto muy difícil de resolver la podemos encontrar en la gravísima irresponsabilidad de una invasión de Iraq que no resolvió nada (excepto la continuidad en la producción de petróleo y gas para la exportación), y si queremos ir más lejos podemos analizar el sentido de los apoyos interesados de las grandes potencias a las dictaduras como las de los Assad en Siria o Sadam Hussein en sus primeros tiempos, a la creación del Estado de Israel sin asegurar al mismo tiempo la pervivencia  pacífica del Estado palestino, o a la creación del Estado de Jordania como quasi submarino de Occidente en la zona. 

Dicho esto, podríamos concluir dos cosas: que la razón de la fuerza (los ejércitos, las invasiones, la injerencia externa) está agotando su capacidad de solución a cualquier tipo de conflicto -¿la ha tenido nunca?-, y que en la situación actual se impone hacer algo de forma distinta y urgente para frenar un caldo de cultivo mundial lleno de conflictos larvados, luchas de poder, prejuicios entre comunidades, animadversiones varias y situaciones de lesa injusticia. 

¿Y ahora, qué? Pues,probar de hacerlo diferente, desde YA, para llegar a resultados diferentes y mejores. Contra el terrorismo, medidas policiales y de cooperación internacional, pero anteponiendo la voluntad de entendimiento a los intereses económicos, buscando la parte de razón de cualquier adversario y respetándola, arbitrando allá donde sea posible, renunciando a la fuerza bruta, desmilitarizando las ideas y las conciencias, pensando desde una lógica distinta ...  


¿Difícil? Mucho. No quiero negarlo. Siempre lo han sido los grandes retos humanos. Pero si lo que nos preocupa de verdad son la convivencia pacífica y el progreso humano, éste es el camino y no hay otro. Los ejércitos y la fuerza nos han llevado hasta ahora a una mezcla de mundo verde caqui del barro y rojo de la sangre derramada. ¿Queremos más y por mucho tiempo, de sangre y de prejuicios?