miércoles, 25 de febrero de 2015

¿Dónde queda la Europa de los ciudadanos?

La dura postura del gobierno español -casi malcarada- en la negociación de la deuda de Grecia me lleva a hacer algunas reflexiones que me parecen pertinentes, en estos momentos en los que hay bastante desencanto con el proyecto de unidad europea entre amplios sectores de la ciudadanía.

Constato, en primer lugar, que la Europa de los ciudadanos ha cedido otra vez el protagonismo a la Europa de los mercaderes. Sabemos que el Mercado Común nació antes que la Unión; sabemos también que la UE es un club donde se toman decisiones en función de intereses 'nacionales' (estatales) -algunas, como la política agraria- i de intereses de las grandes empresas -la mayoría-. Pero con el Tratado de Maastrich y el de Lisboa nos habían dicho que avanzábamos también en la homologación de derechos, de libre circulación de personas y en unos mínimos comunes en políticas sociales. Esta negociación olvida el principio, y el rescate de cuatro países del Sur de Europa ha demostrado claramente que las medidas que se toman no favorecen la cohesión social ni el bienestar de la población sino que se orientan únicamente a la continuidad del sistema neoliberal y la estabilidad financiera como si se tratara de un mantra inviolable.

Pero todavía hay más: los adalides españoles del sistema, los mismos que dicen que el sistema universitario español es insostenible -como si el acceso mayoritario a la universidad se pudiera asegurar mejor en un sistema privado, costeado por cada cual-, ponen el grito en el cielo porque Grecia pone dificultades a devolver "a cada español los 600 euros que les ha prestado". O sea, no nos fijamos en las condiciones del préstamo, ni en las razones inmediatas que llevaron a tomarlo (en buena parte egoístas para la propia Europa monetaria), ni en las consecuencias de la inflexibilidad europea para unos ciudadanos europeos, sino que consideramos que es un tributo de exigencia inmediata y sin discusión, caiga quien caiga.

 Y de discusión tiene que haber, y mucha. Me pregunto qué parte del préstamo podría considerarse solidaridad europea y qué parte retorno a los acreedores, mayoritariamente privados, bancos alemanes muchos de ellos. Y habría que abrirse a discutir, también, la mejor forma de retorno de un préstamo para que no profundice la brecha entre pobres y ricos en la sociedad griega y asegure un retorno pausado y seguro, que contribuya a la creación de riqueza en Grecia en beneficio de toda Europa. Si eso supone la quita de una parte de la deuda, bienvenida sea porque no habrá sido ni la primera ni la mayor, aunque "sufran los mercados".

No tenemos que recibir en silencio el menosprecio del ministro de Finanzas alemán hacia la ciudadanía griega, al decir que "han elegido un gobierno irresponsable" porque no quiere seguir al pie de la letgra los dictados de la gran banca., No todo vale y deberíamos proclamarlo alto y claro: los poderosos no pueden laminar la democracia que hemos construido en tantos siglos de convivencia difícil. Cuando el ministro dice eso, es un peón del capital quien habla pero no un servidor público al servicio del pueblo que le dio la confianza. Debnería saber, por boca de la ciudadanía comprometida, que con la democracia no se juega y que estmos dispuestas a defenderla por encima de los intereses del dinero, de cualquier sistema económico y de un sistema de representación que se nos está quedando manco y cojo.

También quisiera considerar por qué razón la transferencia anual de dinero de Cataluña al Estado español recibe el nombre de solidaridad interterritorial (4.000 € por cabeza), y en cambio la transferencia española a los griegos se trata como un tributo a pagar de forma inmediata. ¿No será que esto de la solidaridad, y de los tributos, va por barrios?. En cualquier caso, las maneras abruptas de un ministro de Economía español -que ha saneado su sistema bancario con fondos europeos- me parece lamentable, casi patética. ¿Y si España siguiera con unos tipos de interés muy altos, sería más comprensivo con el gobierno griego?. Seguro que sí ... valiente argumento!

 Y la última reflexión se refiere al gobierno griego. En Europa nos hemos dotado de unos criterios comunes que podemos mejorar, es lícito cambiar e incluso denunciar desde sus fundamentos. Pero hay que hacerlo desde el respeto por todas las posturas y desde una óptica participativa de democracia, la misma que queremos para el futuro común. Me parece que no me equivoco si digo que somos muchos millones los europeos que admiramos el coraje del nuevo gobierno griego para poner las personas en su foco, y especialmente las personas y los colectivos empobrecidops y sus intereses. Que compartimos la idea de que no se puede empobrecer más a un pueblo para retornar una deuda cuyas condiciones se fijan unilateralmente (en este caso trilateralmente entre los banqueros alemanes, el FMI y el Banco Mundial). Pero eso no puede suponer una patente para fijar, también unilateralmente, otras reglas de juego. Por esta razón, con toda mi simpatía les pido la misma flexibilidad que reclaman para todos, con un único límite: evitar cualquier sufrimiento más a las personas pobres de Europa.

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